“Hay tantas maravillas en mi vida y tengo tantas cosas por las que luchar, que sólo presto atención a lo que me engrandece”,

La vida es fácil si sabes simplificar

(Zenith-Planeta),

Mar Cantero Sánchez

Un escritor tiene dos ideas fijas en la mente. Una es consciente, la otra, no. Cuando escribes, lo haces con la ilusión de llegar a publicarlo para que sea leído por cientos, miles de lectores. Esta es una idea que te persigue allá donde vayas y hagas lo que hagas, en tu vida de escritor o escritora, e incluso en tu vida privada. Sin embargo mientras escribes, imbuido en esos momentos de fe ciega en el bolígrafo, en que trasmitirá a la perfección, lo que deseas decir, cuando los dedos bailan sobre el teclado con un ritmo frenético, cuando sientes que ya no eres tú quien dirige, sino que algo te ha absorbido y escribe a través de ti, entonces sólo te acuerdas de ti mismo y crees que eres el único habitante de la tierra, además de aquellos que viven gracias a ti, sobre el papel.

Mar Cantero Sánchez, La vida es fácil si sabes simplificar 5, Zenith-Planeta

La otra idea, la inconsciente e involuntaria, es la de escribir pese a todo y a todos, pese a la desesperación, decía un poema que leí una vez. Escribir a todas horas, en las libres y en las trabajadas, en el ordenador y en un cuaderno, a mano o a máquina como los detergentes, a pesar del frío, de la lluvia y del viento, en verano con las gotas de sudor mojando el papel, en primavera anhelando el perfume de las flores. Escribir aunque se rían de ti, aunque lloren de rabia, aunque te envidien y te odien, te lastimen, te ataquen. Escribir a pesar del menosprecio de los que viven su vida comparándose con otros, seres antiempáticos que alucinan contigo. Escribir pese a la incompresión de los que no persiguen sus sueños porque están seguros de no conseguirlos. A pesar de ellos y sin ellos, el escritor escribe inconsciente, de día o de noche, a cualquier hora, en cualquier lugar y sobre cualquier cosa que tenga un espacio en blanco.

Mar Cantero Sánchez, foto 1, 2014

Sé que hay escritores más exigentes con su escritura, pero quizá es sólo cuestión de tiempo el que dejen de necesitar un despacho propio, una tranquilidad ansiada por todos y sobre todo, una razón práctica para escribir lo que escriben, porque el escritor, el verdadero, quien escribiría aunque le tocase el cuponazo, no necesita tener un motivo. El o ella es el único motivo de su escritura, el mejor motivo.

Al principio es sólo una idea, después es un esfuerzo y un placer, pero acaba siendo un hábito del que es muy difícil desprenderse. Se convierte en una necesidad, en un sustento de la vida. Es, a estas alturas, una idea inconsciente que no por haberme concienciado de ella, desaparece.

Escribir, pese a la alegría de vivir y a dejar de disfrutar del presente, y eso sí que es difícil.

Mar Cantero Sánchez

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